El suicidio: ¿Un acto de valentía o cobardía?

24 Horas de Psicología ( José Tavárez: CURSA, 1ro de abril de 2011)

Emile Durkheim[1], uno de los padres de la Sociología, expuso una serie de argumentos sobre el suicidio[2] que, no obstante su antigüedad (finales del siglo XIX) nos ayuda a comprender este fenómeno. Veamos algunas de sus consideraciones.

En su estudio, Durkheim constata que existe una tasa anual de suicidios en varios países europeos desde la sexta década del siglo XIX. Él se percata de que dicha tasa anual suele mantenerse constante o con cambios muy leves a lo largo de prolongados períodos. Igualmente, los picos o los valles que se dan, se corresponden con acontecimientos como guerras o depresiones económicas.

También se percató de que la tasa de suicidios es diferente de unos países y de unas comunidades a otras. Por ejemplo, en las sociedades católicas había menos suicidios que en las protestantes. El suicidio es ante todo un hecho social, es decir que sus causas son más sociales que individuales o netamente sicológicas.

Durkheim usa como base empírica de su argumentación las estadísticas sobre la tasa en comunidades judías y solía haber menos suicidios que entre las sociedades gentiles en las que estaban integradas. Por todo ello consideraba que se debe entender que la tasa de suicidios depende más del tipo de sociedad en la que se producen que de las circunstancias psicológicas de los individuos particulares que optan por quitarse la vida.

A partir de aquí, Durkheim distingue cuatro tipos de suicidio [3] :

* Suicidio altruista
* Suicidio egoísta
* Suicidio anómico
* Suicidio fatalista

El suicidio altruista es el causado por una baja importancia del yo. Durkheim pone el ejemplo de los pueblos celtas, entre quienes llegó a ser honroso el suicidio de los ancianos cuando eran incapaces de obtener recursos por ellos mismos. Nosotros le agregamos los ejemplos de los kamikazes japoneses, durante la Segunda Guerra Mundial, o los actuales terroristas del fundamentalismo islámico.

El suicidio egoísta tiene lugar cuando los vínculos sociales son demasiado débiles para comprometer al suicida con su propia vida. En ausencia de la presión y la coerción de la sociedad, el suicida queda libre para llevar a cabo su voluntad de suicidarse. Esta forma de suicidio tiende a darse más en las sociedades modernas, en las que la dependencia de la familia o del clan es menor que en las tradicionales.

El suicidio anómico, que es el que se da en sociedades cuyas instituciones y cuyos lazos de convivencia se hallan en situación de desintegración o de anomia. En las sociedades donde los límites sociales y naturales son más flexibles, sucede este tipo de suicidio. Por ejemplo, en los países donde el matrimonio tiene un peso menor, por la existencia del divorcio, el suicidio es mayor. Es el suicidio de las sociedades en transición. Yo diría que es el que se produce como consecuencia de una crisis existencial, donde el individuo encuentra poco, o ningún sentido a su existencia.

El suicidio fatalista, que se produce allí donde las reglas a las que están sometidos los individuos son demasiado férreas para que éstos conciban la posibilidad de abandonar la situación en la que se hallan. Las sociedades esclavistas serían ejemplos de situaciones en las que se da este suicidio.  Yo me pregunto si un caso como el que recientemente se produjo en Santo Domingo, donde un joven adolescente, hijo de un alto militar, y con apenas 16 años, se suicidó.

Una de las conclusiones a las que llega Durkheim es que en las sociedades y las comunidades que requieren más cohesión y solidaridad mecánica para sobrevivir, la tasa de suicidios será menor, justamente porque la responsabilidad hacia el grupo al que se pertenece es un freno de la voluntad de suicidio.

Eso explicaría datos como, por ejemplo, que los judíos se suicidaran menos, incluso que los católicos. Según Durkheim era la precariedad en la que vivía la mayor parte de las comunidades judías en la Europa del siglo XIX lo que hacía que los individuos dependieran más unos de otros. En ese tipo de sociedades el suicidio es percibido como un acto de irresponsabilidad hacia el grupo y de quebranto del deber hacia el mismo.

Esta valoración de Durkheim está más en la línea de considerar el suicidio como un acto de cobardía, una huida del deber a que se le llama, una especie de traición al grupo a que se pertenece.

Una explicación parecida es la que reciben hechos como que en los países católicos la tasa de suicidios fuera menor que en los protestantes, con sociedades más individualistas. Asimismo la tasa de suicidio también varía de un tipo de familia a otra: menor en las familias tentaculares tradicionales en el Mediterráneo; mayor entre las familias nucleares de la Europa del norte, según observó Durkheim.

LA NEUROQÚIMICA COMO FACTOR CAUSAL DE SUICIDIO

Más allá de las valoraciones de Durkheim, hoy se sabe que la presencia de ciertos neurotransmisores y hormonas que actúan en el organismo humano son piezas fundamentales del suicidio. También sabemos que existen factores psicológicos, como el estrés, que favorecen la emisión de neurotransmisores como el Cortisol, que se vincula con diversos trastornos de la personalidad, que a su vez favorecen la conducta suicida.

Existe la hipótesis de que la presencia de niveles altos de cortisol, endorfinas, estrógenos y serotonina; generadas por el  cuerpo; inducen a conductas autodestructiva en la población con patrón de conducta suicida. Asimismo, los bajos niveles de serotonina, otro de los neurotransmisores que inciden sobre el comportamiento humano, se asocia con la propensión al suicidio.
En conclusión:
No todos los suicidios tienen el mismo significado: Existen aquellos que se podrían tomar como actos de valentía (Altruista), de pura cobardía (rehuir una responsabilidad), y los que pueden ser considerados como la expresión pura y simplemente de un deterioro de la salud mental, por una disfunción neuroquímica.